CUANDO POR FIN NOS ENCONTREMOS

Mi querido Miguel,
Me encanta leer tus cartas al final del día, cuando ya me retiro a mi habitación y todo está en calma.
La tranquilidad del momento permite a mi corazón ir a ese lugar que me describes en cada una de tus cartas, ese lugar distante, y disfrutar de la hermosa vista desde tu habitación con las puertas dobles abiertas de par en par, que dan al estanque que contrasta con el fondo desértico, ese estanque donde nuestros espíritus, mas de una vez, han compartido una taza de café al amanecer. 

Hoy te imagino en tu hamaca, descansando con tus ojos entrecerrados, y tus oídos atentos a los sonidos de la naturaleza, oyes la ráfaga que deja la codorniz volando sobre los árboles, los golpecitos de la liebre saltando libremente en el desierto y las pequeñas libélulas golpeando la superficie del agua y no sabes como me gustaría estar ahí, a tu lado, disfrutando de esa paz y calidez, la misma que siento cuando leo tus cartas, cuando me detallas acerca de tu día, de tu trabajo, de tu música, de tus conciertos o de las actividades que compartes con tus hijos. 

Con tu carta entre mis manos cierro los ojos y te veo, una vez mas, con tu guitarra, practicando esos acordes que tanto me gustan y me sonríes, y mi corazón salta, tal vez es la nueva canción que estás tratando de sacar de tu cabeza o es solo que te das cuenta de lo que siento cuando escucho tu música y es que la distancia que nos separa se hace cada vez más corta, a través de tus cartas siempre llego a ese lugar especial que has preparado, ese lugar que tu y yo compartimos en nuestros espíritus, hasta el día en que nuestros cuerpos también se hagan presentes, hasta que por fin nos encontremos.

Yo también estoy pensando en ti.